Habitar el Otoño

 

 

“Habitar”: recibir plenamente lo que es. Abrir los canales de la piel, de la carne, del alma…. Y recibir, recibir, recibirlo todo como un regalo, agradecerlo y desear que se expanda. ¿Puedes recibir tanto?

Del otoño me conmueve la explosión de belleza que llena las células por dentro de un excitante cosquilleo. Es como si se colmaran los receptores de la belleza hasta el erizamiento. Mires donde mires verás inteligencia y belleza en acción. ¡Uff! Cuesta recibir tanto.

“Y la belleza toma el mando y emborracha tus sentidos. Y te sientes vivo en tu cuerpo.

Y sientes cómo la membrana de tu alma vibra, sensible y exaltada. Y tomas conciencia de la vida que te habita, de que eres un milagro, efímero y eterno, como todas las formas vivas que te acompañan en el camino. Y ya sabes que formas parte y que nunca estarás sólo”.

Los ciclos de la naturaleza, nos recuerdan los cambios en nuestra naturaleza sensible.

Somos naturaleza y estamos sujetos al movimiento incesante, como apreciaba Heráclito: Todo fluye, nada permanece. En cuanto formas vivas, encarnamos el devenir perpetuo y la lucha de los opuestos.

Parménides nos invita a traspasar esta primera evidencia perceptiva (que denomina “opiniones de los mortales”) y a concentrarnos en el origen esencial de todo lo que existe (la “vía de la verdad”). Nos señala el Ser, origen y destino de todas las formas encarnadas y nuestra verdadera naturaleza esencial. Las formas cambian, pero la Esencia permanece.

Una manifestación del Ser eterno que se despliega y fluye en todo lo existente es el ciclo del otoño.

Habitar el otoño es habitar tu cuerpo cambiante, habitar la respiración, habitar el silencio y posarte en el ritmo pausado de un ciclo que inspira la introspección.

“El otoño es la cueva de los párpados cerrados donde nada duerme. Tan solo es otra intensa manera de vivir”.

El viento desnuda a los árboles. Habitar el otoño es dejar que el viento te desnude de lo intrascendente y se lleve la hojarasca. Nos recuerda nuestra oportunidad cíclica de renovación hacia un nuevo orden.¿Qué necesita tu organismo en este momento de tu ciclo vital? ¿Qué es lo verdaderamente importante? ¿Qué es primero y qué va después?.... El cuerpo sabe. La mente escucha y nombra.

Cuando paseo en otoño por los bosques de Gredos o por las gargantas de aguas cristalinas, todo me habla del cambio y del flujo. “Cambia, todo cambia”. Y a la vez, reconozco lo inmutable, la Esencia, origen y destino de todo lo existente.  ¿Podemos concebir esta paradoja sin sobrecogernos?

Recibo como un regalo especial el tiempo. El tiempo para sentir el otoño y para no atosigarme con obligaciones o devociones ... Ralentizar los mandatos de la mente hasta conseguir un ritmo orgánico que me permita sentir el latido de la vida dentro de mí y a mí alrededor. “La respiración es mi eje, el silencio mi frontera”. Tiempo para posarme en el presente, a ritmo orgánico. Ese es el lujazo.

Entonces, se activa una misteriosa sensibilidad y recupero la conexión con la naturaleza que soy, cambiante y eterna. Heráclito y Parménides caminan de la mano.

Práctica: Paseo meditativo, a ritmo orgánico

Elige un lugar de naturaleza que te guste. Date un tiempo para no tener que pensar en el tiempo y concéntrate en tu cuerpo, en el movimiento. La respiración te puede ayudar a concentrarte en el ahora.

Y simplemente camina en silencio. Que el instinto te guíe.

Si necesitas clarificarte, puedes formularte una pregunta y caminar con las antenas desplegadas: ¿Qué necesita mi organismo en este momento de mi ciclo vital?

Recibe completamente, agradece y pide que se expanda.

La Lobera de Gredos S.L.
Paraje de la Parrilla s/n
Arenas de San Pedro (Ávila)
Tel: 670643521 / 920371413